Silvia Linch: Cuando la Técnica es Equilibrio Inestable




Presentación de la artista

Silvia Linch es una fervorosa artista contemporánea que pinta lo que siente y al hacerlo, vivencia a través de su propia actuación, aquello que busca.
No ha renunciado nunca a su voluntad creadora, pues, paralelamente a sus estudios de Abogacía, se formó al lado de maestros como Osvaldo E. Attila en Dibujo, Alicia Scavino en Grabado y Carlos Gorriarena y Carlos Cañás en Pintura. Cumplió así con el deseo familiar de ser Abogada pero mantuvo sus propias aspiraciones artísticas con firme decisión.
Considera como sus padres espirituales, al Maestro Osvaldo E. Attila y a la Dra. Elvira L.R. Gargaglione, que la alentaron en su vida y en su vocación.

La coherencia entre su sentir, pensar y actuar en la experiencia cotidiana, dio sus frutos. En el campo profesional culminó sus estudios en la Universidad de Belgrano y se especializó años más tarde en Mediación. En Filosofía del Derecho ha enseñado Ética Práctica, es decir, la aplicación de la ley a la realidad del diario vivir. Y esa actividad le ha permitido profundizar su conocimiento de los demás, y ahondar en los lenguajes abstractos que se traducen en su pintura.

Desde el año 1982, asimismo, participa en Salones y Muestras Nacionales e Internacionales. Pueden citarse, entre otros, en el ámbito nacional: Salón de Otoño 2002, Sociedad Argentina de Artistas Plásticos; Muestra individual Asociación Dante Alighieri de Buenos Aires (2001); XXXV Salón Municipal de las Artes Plásticas, “Manuel Belgrano” (1990), Muestra individual en la Manzana de las Luces (2003); Muestra Individual Colegio Público de Abogados (2002 y 2006); etc., En el campo internacional participó de la Segunda y Tercera Exhibición Anual Internacional de Arte en Miniatura, Del Bello Gallery, Toronto, Ontario, Canadá, Sección Dibujo y Grabado, y en la Primera Bienal Internacional, Anuario Latinoamericano de Artes Plásticas, Galería Rodolfo Cascales.

Ha obtenido distinciones por esas actividades, tales como Primer Premio de Pintura en el Salón de Pequeño Formato “Quinta Trabucco", de Vicente López
(2002); Mención Honorífica del Jurado en el Salón Alianza Francesa (1992) y Mención en el XIº Salón de Pintura del Centro Cultural Yukio Mishima (2001), entre tantas otras.

En lo referente al Dibujo, ha merecido distintos premios, tales como Mención en el XIV Salón Municipal, Municipalidad de Lanús (1983), Mención Premio Universidad de Belgrano (1985), 2do. Premio en el Salón de Pequeño Formato Sociedad Argentina de Artistas Plásticos (1986), Mención en la Universidad de Belgrano, Concurso de las Artes (1986) y 3er. Premio, Salón Apertura Sinopsis, San Telmo (1987).

En materia de Grabado recibió también Mención en el Salón de Pequeño Formato realizado en Vicente López, Provincia de Buenos Aires, año 1990.

Esa vinculación entre Arte y Derecho se ha reflejado en su participación en las Muestras Colectivas de Abogados Pintores realizadas en el Colegio Público de Abogados de la Capital Federal, como así también en diversas Muestras Individuales en dicha sede.

Transitar por ambos caminos ha sido siempre una tensión que oscila entre su profunda vocación artística y su actividad profesional, pero que Silvia Linch ha resuelto con madurez y decisión, que se trasluce en su intensa labor artística.

Obras y contexto

Al referirse a “la condición posmoderna”, Lyotard expresa que ha concluido el tiempo de los grandes relatos y han entrado en crisis los sistemas totalizadores del pasado. Aparece, en cambio, como lo destaca Fermín Fevré, en su trabajo sobre “La posmodernidad en el arte”, una descentración y una heterogénea amplitud en el campo de las significaciones. La posmodernidad sería así, la contraposición de la modernidad, su antítesis. Esto aparejaría un cambio trascendental en el campo del saber y del sentir, y en materia artística, en el modo de expresar ese saber y ese sentir. Parece lógico que ello ocurra, atendiendo a que se ha producido también el ingreso de las sociedades, por lo menos las más avanzadas, a la era postindustrial. Aunque no estemos entre ellas, nuestra sociedad también sufre el impacto de los procesos de globalización y de los medios masivos de comunicación que han trastornado las anteriores formas de vinculación y expresión.
En los artistas argentinos puede apreciarse la incidencia de los cambios actuales que asumen una condición posmoderna en toda o en parte de su producción.
Se manifiestan así porque la pintura ha recuperado el goce en la realización, superando obstáculos y prejuicios, tendiendo a la exaltación de los sentidos.
Los artistas posmodernos han hallado su fuente de inspiración en sí mismos, en las propias vivencias de su mundo interior, y es en ese lugar donde brota lo raigal de su creación. No se ajustan a una teoría determinada del arte, que señale los lineamientos a los que deberían ceñirse. Por el contrario, la autenticidad brota desde las propias vivencias, desde el singular modo de inteligir el mundo y las personas. Hay una recurrencia reiterada a materiales, medios expresivos y estilos diversos. Conviven de esta manera, en una armonía inestable y circunstancial, medios expresivos y estilos diferentes, tanto los antiguos como los nuevos, que al conectarse entre sí en el acto creador, resignifican sus aportes mutuos en conformaciones múltiples y novedosas.
Aristóteles ya señalaba en su Ética a Nicómaco que el fin de la vida del hombre es la felicidad. Este tiempo posmoderno hace la apología de ella, y busca deliberadamente lo placentero y lo agradable, aspira a una existencia más libre, más dichosa y más fácil. Estamos frente a una humanización de lo sublime. El imperativo categórico kantiano hoy ya ha sido reemplazado por lo que Lipovetzky reconoce como una ética impura. Lo bello, lo perfecto, el mundo ideal ha caducado. Queda lo posible, lo que puede alcanzarse, el pequeño relato, la circunstancia, el instante.
Eso no significa que el arte sea menos importante. Sigue cumpliendo una función valiosa en la sociedad de hoy, y la obra artística debe mantener su vitalidad y su poder de innovación constante para ser una auténtica expresión creadora. Y aunque haya cambiado el mundo, ese aspecto es irremplazable. Por lo que la reconciliación del arte y la sociedad de hoy es el marco de interpretación para aprender a crear y a valorar lo creado.

Dueña de una sólida formación en la plástica, Silvia Linch transita por el dibujo, el grabado y la pintura con solvencia y capacidad que le valieron premios y distinciones en esas actividades. Poseedora de una técnica depurada, ello no impide que, al mismo tiempo, sus obras respiren libertad y no queden meramente en la experimentación de los medios técnicos a su alcance. Por el contrario, vuelca su emoción y sus distintos estados de ánimo en cada entrega, logrando conciliar ambos cauces de expresión.
Es, por tanto, una artista posmoderna. Se rebela contra una formalización excesiva en el campo del arte y pone al servicio de su expresión artística todo el bagaje de la tradición, la conflictividad de nuestro tiempo y la esperanza de un mundo en progresión positiva y cada vez más humano.
En sus trabajos se refleja la exaltación del momento presente y por ello el instante queda congelado por la fuerza de su paleta a través de lo gestual. El impulso vital, expresivo, emocional, está en la base de su pintura, plena de tonalidades cromáticas con las que Silvia, certeramente, desnuda un sentimiento, una frustración, un momento de serenidad o de soledad, con el que nos sentimos consustanciados. .

El tiempo se presenta así, suspendido, captado y capturado en el propio momento de la ejecución. Nos conduce directamente a un estado psíquico que, prácticamente, se expresa como pulsión que queda registrada inequívocamente. Esta forma en que se manifiesta la artista es una característica que le es propia y consiste en la valentía y el derecho que ella siente de expresar su mundo interior, su imaginario, sus fantasmas y expectativas, que son el tamiz por donde la realidad circundante pasa y es transformada por su magia creadora.

Esa pulsión se trasmuta, a través de ella, en una catarata de manchas, líneas y colores que representan ritmos, movimientos, estados de ánimo, lo onírico, lo mágico, en suma, la vida misma.

Lo gestual en pintura representa el brote de la energía del artista y un impulso que recupera la libertad de pintar y expresar con mayor soltura. Lo que no implica caer en el irracionalismo, pues las obras de Silvia Linch transitan un camino que conscientemente ella recorre y plasma con auténtico compromiso.
Sus retratos reflejan lo que para ella es esencial de la persona elegida. No le interesa captar con exactitud la figura física sino el espíritu del retratado. Reconoce que el rostro que plasma y que tiene delante le permite reconocer el suyo propio, en una ida y vuelta donde no faltan los autorretratos plenos de sugestión e interrogantes.

Arte humanizado, que no teme ahondar en las vivencias, que acepta el desafío del desencanto que la crisis de nuestro tiempo ha desatado, y lo convierte en una oportunidad para la esperanza reflejada en la estética singular de la artista plástica Silvia Linch.

Irene Mercedes Aguirre (2006) Historiadora (UBA)
Especialista en Arte y Cultura Argentina