Alicia Scavino - Por la Vida


Inaugura sábado 26 de junio 2010 a las 13 hs.

Nada mejor que brindar por la vida, por este nacer y renacer eterno.
Una semilla, un brote, una flor; la naturaleza nos habla de la alegría de vivir y del milagro de renacer en cada primavera.
Así, dos amigas, mujeres de dos generaciones, dialogan por medio del grabado y la escultura, como en una fecunda charla que, mil veces, sostuvieron para afirmar con sus obras que la muerte es mentira.

Texto de J.M. Taverna Irigoyen - Miembro de Número de la Academia Nacional de Bellas Artes. Miembro de las Asociaciones Argentina e Internacional de Críticos de Arte / La vida cabe en el arte. El arte la contiene, la proyecta, le da otra dimensión témporo-espacial, la
interpreta como energía que no cesa. La vida cabe en el arte desde los tiempos inmemoriales, porque el hombre es siempre la búsqueda de una expresión que signifique, tanto como el protagonista de sus propios vacíos. La vida cabe en el arte como una consecuencia natural, casi biológica, de una existencia que busca lo eterno ante lo efímero, lo perfecto ante lo espurio, la armonía ante lo basto.
La vida cabe en el arte como un Jano bifronte que no sólo se articula íntimamente, carnalmente, sino a más, refuerza los vínculos que hacen -por sobre lo matérico- la trascendente inmanencia del espíritu.
Por la vida se accede al arte. Y por la vida se entra al lenguaje
común a los hombres de todas las lenguas, que hallan -por sobre desciframientos- la comunión y la verdad de lo bello.
Alicia Scavino y Marina Dogliotti cifran esta muestra conjugándola Por la Vida. Lo hacen con temáticas
que se miran, con lenguajes que dialogan, con disciplinas que simbólicamente se hermanan. Raro
connubio de dos artistas que han caminado largamente los senderos de la estética; que han enseñado a ver y hacer; que han trabajado días y noches en el fervor de sus talleres; que han mostrado sus poéticas en salones y muestras; que han merecido el halago de lauros.
Raro connubio de dos vidas signadas por la creación; pero a más, dos vidas luchando por hallar una voz propia, identitaria, que alcance -más allá de pronunciamientos grandilocuentes- un espacio sereno y abierto. De auténtica fraternización.
En el marco de Por la Vida, ambas están de cuerpo entero. En su obra y en sus símbolos. Conforman una expresión que genera tramas asociativas, muy sutiles, por sobre la aparente distancia de los substratos que las alimentan. Y en esas tramas, en la materia de cada símbolo, late una misma fuerza alegórica, celebratoria, universalista al fin, que está consolidada en la imagen que el hombre proyecta y proyectará ad infinitum desde los carriles de su imaginación portentosa.
Las esculturas de Marina Dogliotti definen una fuerza matérica concentrada. Por sobre la síntesis
rectora, la monumentalidad del bloque cerrado. Por sobre la estilización, el despliegue de los planos que confluyen. Por sobre el volumen, siempre el perfil simbólico cierto. Sin buscar autoctonismos, América está de pie en sus propuestas. Manos que son ramas; cuerpos que florecen; mujeres/maternidades que conforman la potencialidad de un continente. América viva como una fuerza
contenedora y plural. En bronces y resinas trabajados desde adentro, desde la médula. Como una trenza de pasiones, en que los vínculos se generan milenariamente y desbordan en la pureza de sus propias tradiciones.
Dogliotti construye los cuerpos con mantos, pero también con hojas y con flores. Ceremonialmente, sus figuras trascienden un canto de voces que brotan de la tierra y, por sobre íncubos y leyendas, conforman el corpus de un virtual evangelio telúrico...Y que en obras como Florecer -por citar una de su homogéneo conjunto- alcanza esa síntesis poderosa en vitalismos, que sólo los maduros creadores logran concentrar en un trozo de materia: ese corazón de la piedra que anhelaba Rodin.
Frente a los grabados de Alicia Scavino -flora de depuradas grafías- se abre el espacio de una naturaleza secreta. El metal de sus planchas, el juego de los ácidos y la sabia apropiación de las tintas, dan a esas ventanas una convocante diversidad. Hojas y frutos, flores y semillas que suscitan una suerte de panteísmo natural, emergen de sus papeles de inobjetable factura. Una gráfica que
quizá rezuma un leve orientalismo en sus despliegues, en sus ensambles lineales, en los sugeridos
escorzos..
La vida por nacer titula Scavino a la serie en que esa naturaleza simple inscribe acentos y contrastes.
Una flora contenida y a la vez plural en sus asociaciones morfológicas, en sus contrapuntos cromáticos, en su serialidad. Y sin embargo, una flora que arriba al trasfondo de una flor de mburucuyá, a las hojas y las vainas de la tipa blanca, a la recreación de las frutas de Fryda Kahlo: rojos intensos de las sandías, amarillos de las naranjas. Y ese cartel flameante que dice Viva la Vida, para leerlo sólo aquél que ha sabido vivirla.
En este encuentro de arte y vida las posibles lecturas fluyen perceptualmente, alimentadas por las
obras que se exhiben. Todas -grabados, esculturas- observan un denominador común. El fervor de la entrega. Y dentro de él, esa reflexión intensa, subyacente, que puede conmover a quien se enfrenta a lo insondable de la creación: aventura que tiene un principio, pero que jamás arribará a un final.


Algunas obras de la Artista